Entrevista hamartia




– ¿Cómo llegás a este original formato que tiene la obra?
El formato de la obra tiene que ver con un esquema que armé a partir de la idea del panóptico creado por Jeremy Bentham, estructura analizada por el filósofo Michel Foulcault en su libro “Vigilar y castigar” acerca de las nociones del “sentimiento de omnisciencia invisible” en donde los que vigilan tienen una visibilidad mayor a los que son vigilados. En “¿Querés ser feliz o tener poder?” es como si hubiera una superposición de panópticos ya que hay tres espacialidades que generan significancia en la obra: la platea, con un público pasivo por momentos, que mira a los espectadores que circulan y esperan pasar a los boxes y presenciar los monólogos y a la totalidad de las actrices y los actores cuando se hacen presentes en la escena; los espectadores que están en el espacio escénico que observan a los espectadores que están en la platea y a los que circulan junto a ellos, y además visualizan transversalmente a las actrices y actores que están dispuestos en los boxes. Los intérpretes que están dispuestos en boxes son los que menos visibilidad tienen y representarían a los presos por un lado, si tomamos el modelo de Bentham. Pero al mismo tiempo son los portadores del lugar de la intimidad, de lo que los demás quieren saber y tal vez no puedan acceder o se les complica enterarse qué pasa ahí adentro, quiénes son esos seres y para qué están. Pensándolo hoy con la obra en marcha puedo hacer una unión entre el formato y la idea de que poder mirar-ver es una acción que también dá poder: el poder de saber. La información brinda un tremendo poder y el manejo de quién tiene esa información y quién no es uno los grandes conflictos de nuestro tiempo, porque también la cantidad se utiliza para confundir. En este espectáculo no todos los espectadores pueden ver todos los monólogos, es decir, no todos pueden tener la misma información. Carecen de un saber total. En la actualidad hay tantos medios de comunicación que se termina confundiendo cuál es el orden de importancia de las noticias y se termina no sabiendo a veces lo fundamental. O sea a mayor cantidad, más desinformación y confusión. En ese universo de confusión creativa introduzco al público.

– ¿Cómo es y cómo fue el proceso de armado de la obra al ser tantos en el elenco?
En primer lugar armé lo macro, la estructura física, el esquema lumínico, que no sólo utilizo como diagrama ambiental sino como recorte espacial, dando una idea de distopía, de un universo en donde los tiempos y las épocas no están definidas, con una estética de los años 50 tardía, estallada pero muy actual al mismo tiempo, generada también por el vestuario de la mano de Emma Yorio. Luego armé lo que tiene que ver con lo coreográfico y los movimientos de las actrices y los actores en la continuidad de la escena general; paralelamente fui ensayando en forma individual los micromonólogos para luego insertarlos en la totalidad del espectáculo. O sea que trabajé en forma macroscópica y microscópica. El trabajo fragmentado, tanto en la escritura como en la puesta, es lo que permite hacer una unión orgánica.

– ¿Cómo surgieron los personajes con sus “profesiones”? ¿Lo trabajaste con los actores? ¿Fueron ideas tuyas?
Fueron ideas mías. David Lynch dice que la idea lo es todo. Yo agregaría que para escribir es fundamental la idea con la imagen que produce la posibilidad de esa idea. Las profesiones y ocupaciones extrañas o poco comunes surgieron a partir de buscar material para mis alumnos de los cursos dramaturgia que dicto como punto de partida para escribir obras cortas. Entiendo siempre que la investigación es una parte muy importante del proceso de escritura y de creación, y también enseño eso. El hambre de saber es lo que produce el hambre de crear. Sin hambre no hay objeto artístico. Ahí encontré muchas ocupaciones peculiares que se ejercen sobre todo en EE.UU y que funcionan como trabajos. Cuando encontré ese material estaba con preguntas (porque escribo a partir de imágenes y de preguntas) acerca de la felicidad ¿venimos a este mundo a sufrir o a ser felices?, y acerca del poder ¿el poder es algo abstracto?; y ahí empecé a escribir previamente los micromonólogos basándome en estas profesiones poco comunes. Dos de ellas las inventé como a la Generadora de Cizaña profesional y al Entrenador de empleado público. Pero no tomé lo central de estas profesiones singulares. A mí no me interesa el teatro como un lugar para hacer semblanzas de la vida cotidiana. La vida cotidiana tiene reglas que no encajan en el teatro; tomé lo lateral de estas profesiones u ocupaciones y siempre una circunstancia determinada del personaje te presta la lateralidad. No me interesa porqué una mujer trabajaría de probadora de comida de perros, la dramaturgia se instala en el para qué y en el cómo, no en el porqué. El porqué corresponde al campo del psicoanálisis y de la sociología. Me interesa una circunstancia de esa mujer atravesada por la felicidad que le dá ser probadora de comida de perros, por ejemplo, y que en esa sensación de felicidad comete actos dañinos. Nietzsche discurre en “El origen de la tragedia”, uno de mis libros de cabecera, sobre la excesiva jovialidad, ese exceso de euforia que termina en tragedia.

– ¿Cómo responde el público ante una propuesta que le pide asumir otros roles y un vínculo distinto con el actor?
El público es “sometido” a la incomodidad. Para mí la incomodidad es un concepto muy importante para crecer en lo personal y en lo profesional, pero también esa incomodidad se ve como algo peligroso e inevitablemente el espectador está parado algún tiempo esperando escuchar los monólogos y siente cansancio como cuando hace la fila para pagar un impuesto o abonar en el supermercado y eso molesta. Si trasciende la molestia y tiene elementos espirituales como poder estar bien con sí misma/o y entregarse a la observación encuentra mil formas de sentir plenitud mientras está transitando el espectáculo, de lo contrario se enoja. Pero aún el enojo es bueno porque lo peor que podría pasar es que sea indiferente, eso sí que es el final de toda manifestación artística: que alguien sea indiferente a una creación. El espectador no está protegido todo el tiempo en la platea sino que se lo expone a la humanidad de otro espectador en el espacio escénico: el olor del otro, la corporeidad del otro, la voz del otro, de un par desconocido. El contacto físico dá miedo en una sociedad excesivamente controlada; el público presencia algunas escenas en el espacio escénico total que tienen un alto contenido de emocionalidad y violencia; los espectadores se tienen que acercar a la actríz/actor, o sea son lanzados a una situación que los saca de su registro pasivo y como todo lo que no se comprende en la vida genera adhesión o reacción. Mucha gente con más sabiduría no busca entender todo en el momento que sucede y se entrega, y otra se pone reactiva. “¿Querés ser feliz o tener poder?” saca lo mejor y lo peor del público y eso lo veo muy positivo, más allá de las apreciaciones personales sobre la obra. Todas y todos en este mundo social estamos muy pendientes de lo que gusta o no gusta, de lo que es bueno o malo y no ponemos atención en lo que las manifestaciones te generan, en las sensaciones y percepciones, porque lo moralista genera tendencia, inclusive estética. A mí lo que más me interesa es que nadie se aburra y, actualmente, con todos los estímulos mediáticos que hay, que a su vez provocan mucho aburrimiento -porque lo homogéneo aburre- hay una meseta que se contagia a lo artístico. Creo que la incomodidad es una forma de no aburrirse, de abrir otros interrogantes, de que suceda algo más allá de lo conocido. La comodidad se parece a la muerte y genera un acostumbramiento. Una relación cómoda muere, una espectáculo cómodo pasa desapercibido, un cuadro cómodo no se ve. El único camino que encuentro para ser feliz en esta época que me toca y me encanta vivirla, es romper con la comodidad, generarse incomodidad es como nacer siempre.

– ¿Cómo es tu relación con el poder? ¿Qué opinás del movimiento feminista argentino y su lucha contra los distintos poderes existentes?
El poder que a mí me interesa y ejerzo es el poder de hacer, de concretar acciones y objetos artísticos de la mejor manera y crecer a través de realizaciones y hechos concretos. Y otro poder que me interesa es el saber. Siempre mi interesó saber. “El saber es el poder” escribió Foulcault. Son los únicos poderes legítimos para mí. Ocupar un lugar por lo que sabés y hacés y no por la especulación de acciones determinadas que te lleven a ubicarte en tal o cual lugar. Entiendo el poder legítimo como el que se ejerce desde las acciones y hechos que involucran a la gente de un modo cooperativo y creativo, pero no el que se ejerce arbitrariamente sobre las personas para el beneficio personal únicamente. Cuando el poder se ejerce sin acuerdo es un poder negativo. El poder positivo es el que te ubica sola/o en un espacio o lugar determinado porque sos merecedora/merecedor. Ese es el que vale. Lo demás carece de verdad y de futuro genuino. Es importante poder domesticar el ego. ¿Por qué hacés tal o cual cosa? Siempre hay que preguntarse eso. Si es por ego, hay que cambiarlo porque no es constructivo y no genera tradición y tampoco escuela. Para algo más importante estamos en esta vida que para desplegar nuestro ego, por eso también cabe la pregunta ¿para qué vine a este mundo en este momento? Hay que contestarse ese interrogante a menudo. Sino se está en una situación constante de pedir. El que pide todo el tiempo es más proclive a buscar el poder desmedido o el mal poder, aunque se trate de un guía de tránsito, no importa el ámbito. Luego hay muchos sectores en donde se ejerce el poder y el poder del patriarcado es cada vez más invisible pero está presente, y no sólo está presente por parte de los hombres sino por parte de muchas mujeres. Aún la mujer tiene que ser validada por el patriarcado en muchos ámbitos. El patriarcado va más allá de la imposición de las pautas masculinas por sobre las femeninas, es una energía que para mí que tiene que ver con lo rígido y no con lo flexible. En el Tao Te King, Lao Tse dice: “Si eres flexible, te mantendrás rígido”, quiere decir la flexibilidad es el camino correcto. Pero la flexibilidad con normas. La flexibilidad permite sentir y pensar. El que siente y piensa daña menos y es más justo. Hemos pasado siglos de rigideces. Cuanto más inseguridad hay, más rígido se es. Esto nada tiene que ver con los límites, los límites son necesarios para construir y para desear. Paradójicamente, el que no tiene límites es el más rígido porque cuestiona, por ejemplo, la autoridad desde una idea rígida de libertad. Porque aún la pobre libertad fue definida con conceptos muy rígidos. El que te pone límites te ama porque al limitar también te está viendo: un padre, madre, maestra/o, director/a etc. El movimiento feminista es sumamente importante porque empezó a limitar al patriarcado. Si las mujeres no estuvimos en un plano de igualdad de derechos durante muchos siglos había y hay que hacer algo al respecto, porque sería sino como creer que no se puede amar y pensar. Ser suave y contundente a la vez; ser bella o bello y contener el horror al mismo tiempo. Rilke escribe: “todo ángel es terrible”. El problema de siempre es el pensamiento polar, que tanto daño hizo y hace; sirve para construir relatos en dramaturgia y en guión pero no para la vida si se quiere una existencia con una paz activa. Es tiempo para las mujeres de dejar de reclamar y tomar las riendas sin pedir permiso. De no preocuparse tanto por los límites del patriarcado sino de poner los propios límites. Si limitás, definís. Muchas mujeres aún tienen el patriarcado en la cabeza. Hay que dejar de pedir permiso. Hay que desobedecer, ser incorrectas de la manera más correcta. Hay que tomar las cosas como propias, dejar de discutir , desde mi punto de vista. Nada está en discusión. ¿Qué importancia tiene tener razón? ¿cuánta violencia se genera por la búsqueda desmedida de tener razón? En este sentido yo soy profundamente budista: alguien tiene razón y no la tiene al mismo tiempo, depende del contexto. Por eso hay que marcar pautas como si fueran reglas de un juego de mesa: acá, en este ámbito estas son las pautas, las tomás o no las tomás. No es la verdad, es la norma. Entonces no sé si las mujeres tenemos razón y no es el punto a discutir -que nos puede llevar a un desgaste eterno- pero sí tenemos motivos para decir que el mundo es nuestro, como también es de los hombres, hay lugar para ambos pero necesitamos hacer más espacio para nosotras. También, desde cierta línea del feminismo, hay que dejar de generar discursos de odio hacia el género masculino. Los hombres son útiles para muchas cosas y hay que valorar eso y tal vez encauzarlos hacia algo más ying, en algunos aspectos. Hay que ser protagonistas y maestras a la vez, no hay otra. Tampoco para los hombres, criados muchas veces por padres ausentes y madres machistas y maltratadas, es sencillo. El hombre no sabe dónde ubicarse hoy, algo del hombre cazador, recolector…está y permanece. Es difícil desterrar moldes arquetípicos. Dejemos un poco ese tema, que es como discutir sobre un árbol y no sobre el bosque en general. Que sea recolector si quiere, digo, si te abre la puerta del auto para que entres que la abra, está bien. El tema es si no podés ejercer tu profesión o te golpea o no podés salir del auto porque no te deja, ese es otro tema. Sino se vuelven eunucos en el sistema y tampoco eso es positivo. Es una energía que se vuelve en contra de las mujeres porque ese eunuco se resiente y el resentimiento lleva a la violencia. Yo creo que las mujeres tenemos que pensar en pasarla bien, en disfrutar y también en disfrutar por fuera de la mirada del hombre. Durante siglos se nos puso en un lugar donde estaba prohibido nuestro goce. Y cada una disfruta de manera diferente. La verdadera revolución feminista está en decir: “mirá soy un ser que disfruta y goza y lo hago como se me canta: dirigiendo, escribiendo, nadando, tirando el tarot o teniendo sexo en una playa desértica, criando diez hijos o meditando con monjes budistas”. Lo negativo es si tu vida está moldeada con el molde de otro y no es tu propio molde. Ahí reside el problema. Y buscar el propio molde empodera, dá trabajo pero ¿qué cosa en la vida que valga la pena es fácil? ninguna. Poder elegir. Elegir es cortar. Cortar internamente con el mandato patriarcal. Hay que habilitarse, no ser habilitada. La libertad es revolución interior. No pedir permiso ni vestirse como hombres, salvo que le guste a la persona. El problema está si alguien agrede porque una mujer está vestida como hombre, es gay o no le gusta el maquillaje. Siempre la cuestión de fondo es la intolerancia. Y lo que no se entiende muchas veces se combate y la mujer por eso fue combatida, porque carga con un misterio y el misterio no se puede definir. Como no se puede definir, dá miedo. Como dá miedo se agrede directamente o margina. Es tiempo de ir a por lo nuestro sin dejar de ser femeninas, si lo queremos; sin tener que mostrarnos varoniles ni pensar que algo de nuestro “ser mujer” tiene que ser perdido u olvidado; poder amalgamar. Ser guerreras y tiernas si lo queremos. No somos iguales, somos diferentes. Esa diferencia contiene riqueza pura. Tenemos los mismos derechos y tal vez hacemos las cosas de otro modo, que se respete tal como somos, que ganemos lo mismo, que seamos igualmente escuchadas pero sin pedir permiso. Avancemos y tomemos lo que nos pertenece. En ese sentido ,y con todo respeto, el movimiento feminista altamente importante debe dejar de quejarse y discutir con el hombre y, a través de él, con el patriarcado. Debemos ser como ocupas: arrasar con las cosas pacíficamente, no hay otro modo. Que discutan entre ellos a ver cómo se ubican en el Siglo XXI. Si algo es de una, no se pide permiso, así que tomemos nuestro territorio y pisemos fuerte sin estar tan pendientes del patriarcado, que es un discurso que se va diluyendo poco a poco porque todo lo rígido tiende a morir.

– ¿Qué elegís para tu vida: ser feliz o tener poder?
Yo elijo el poder de la felicidad. Decidir con qué y con quién soy feliz, sin dogmatismo ni rótulos. Hacerlo y no dar muchas vueltas es ser poderosa. Yo creo que nada te dá más poder como ser feliz. Y amar es lo que hace feliz, mucho más que que te amen.